Así se dirigían al muerto,
cuando moría.
Si era hombre, le hablaban,
lo invocaban como ser divino,
con el nombre de faisán.
Si era mujer, con el nombre de lechuza.
Les decían:
"Despierta, ya el cielo se enrojece,
ya se presentó la aurora,
ya cantan los faisanes color de llama,
las golondrinas color de fuego,
ya vuelven las mariposas".
Por esto decían los viejos,
quien ha muerto, se ha vuelto un dios.
Poema náhuatl
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